Es una región invadida de dioses y templos, de montañas y bosques adornados con banderas de oración y santuarios. Aquí se albergan lamas y monjes, hombres que viven en cavernas durante décadas, y de monasterios enclavados entre las cumbres del Himalayas.
Para el equipo de TVN, encabezado por Ricardo Astorga, este lugar marcaría el inicio de la tradición tibetana, la entrada al mundo de las alturas y la mística presencia de los Himalayas. Aunque también el principio del fin… de la búsqueda del verdadero Shangri la.
Así es como esta travesía continúa en Nepal, un país que parece estacionado en los siglos pretéritos, y Katmandú es su capital.
El valle de Katmandú concentra una superficie mucho menor a la de Santiago, 7 lugares declarados por la UNESCO como patrimonios culturales de la humanidad. Esta ciudad es considerada un verdadero museo viviente al aire libre.
En este tramo el equipo de la ruta viviría una de las celebraciones más tradicionales, sangrientas y extensas del calendario Nepali: el Dasain. En esta época, durante las mañanas largas filas de gentes repletan los templos alabando estatuillas o sacrificando un animal. Aquí la muerte es un ritual religioso, se respira y se vive el fervor y las creencias divinas.
El viaje continúa en Pokara, ciudad ubicada justo en el centro de Nepal. La idea es llegar hasta más allá los Himalayas atravesando cumbres y bosques para finalmente alcanzar la infinita selva tibetana.
El poblado de Jomson es la primera parada, último lugar que parece pertenecer al siglo XXI y a Nepal, de aquí en adelante es el siglo XIV y Tíbet. Tras una caminata de seis días llegan hasta el reino de Lo Mathang, un lugar que hasta hace muy poco tiempo tenía prohibido el ingreso de visitantes.
Luego alcanzan el poblado de Chele, y es justo en el mes más importante y sagrado para el budismo. Y es que se celebra el nacimiento, iluminación y muerte de Buda. Para este tiempo el pueblo se colma de preparativos, bailes y celebraciones de profundo contenido y mágico colorido.
...del Kali Gandaki; Lo Mathang, capital del reino ubicada sobre los 4 mil metros de altura.
Con sus palacios y monasterios de barro pintados de rojo y blanco, sus estupas sagradas, ruedas de oración y banderas flameando sin límites, este lugar parece ser de los más formidables y enormes en comparación a los pequeños pueblos antes visitados. Este sin embargo, tiene 180 casas, menos de mil habitantes y se le podría rodear caminando cuatro veces en una hora.
Los peregrinos llegan desde todos lados del reino, y es que justo se celebra el Festival del TijI. En este lugar el tibetano común y corriente cree en las reencarnaciones, siente que nada es duradero y que los sufrimientos abundan. La meta de la Fe es lograr la total indiferencia hacia los deseos y las pasiones que tenemos los seres humanos, anulando la personalidad individual para lograr un estado de iluminación interior trascendental… y por cierto que la meditación es el gran camino para tal iluminación.
En este lugar existen tres personas principales. El rey, que hoy está enfermo en Katmandú, capital del país; el lama que dirige el monasterio y el médico Tashi, hijo de Tashi Chusang ya fallecido y uno de los más grandes sabios en la historia de esta medicina.
El equipo de la ruta se encuentra en la meseta tibetana, conocida por los geógrafos como el corazón de Asia. El desafío propuesto era llegar hasta Shangrila, para vivir la más importante celebración del reino, una fiesta budista que habla de dioses, demonios, muerte y renacimientos: es el festival del TiJi.
El tiji es una celebración única en el mundo, dura tres días y fue traída al Tíbet por Padma Sambava o el gurú Rimponche hace más de 1400 años. Se dice que es originaria de Afganistán pero su nacimiento se pierde en los misterios de la memoria y la historia del Asia Central. Como sea, el festival se centra en el más maravilloso de los mitos de la región, conocido como “la Persecución de los Demonios”.
Termina la ruta de Shangrila, concluye así la esta búsqueda del paraíso en la tierra. Una tierra habitada por hombres de las alturas, por nómadas solitarios y lamas que viven en templos y cavernas, tres años, tres meses, tres días…